28 Mar Vivir en Suecia: Cómo conciliar la vida laboral y familiar
Cuando echo la vista atrás y pienso qué me decidió a ser freelance una única respuesta viene a mi mente y es tan sencilla como que quería ser madre. Soy periodista y adoro mi profesión, pero tiene dos grandes problemas para todos los que nos dedicamos a ella, y en especial para aquellos que queremos tener hijos: la falta de horarios y los sueldos míseros. Es decir, problemas relativos a la conciliación laboral y familiar.
Son dos cuestiones que afectan por igual a quienes desean que los niños entren en su vida, ya sean hombres o mujeres. Aunque, no hay que engañarse, no lo vivimos de la misma manera. Será por instinto, será por educación, será por la sociedad o será porque sí, ¡qué sé yo!, tampoco me voy a poner aquí, ahora, a hacer un tratado sobre la guerra de los sexos. Lo innegable es que la mayoría de las mujeres vivimos con más presión y preocupación que nuestros colegas masculinos el asunto de unir el curro y el churumbel.
Como decía, en mi ámbito profesional los asuntillos de ganar una patata y llegar a casa a las diez de la noche después de haber pasado todo el día fuera del hogar, tras un cierre agotador y sin posibilidad de comprar nada que no sean unos fideos orientales para microondas en el chino de la esquina porque ya es lo único que está abierto, hacen que te plantees muy seriamente cambiar de ritmo y empleo si quieres tener cachorritos humanos a tu cargo. Pero no es la única profesión, por supuesto, en la que ocurre esto. Somos muchos y de distintas áreas laborales los que decidimos pasar a ser trabajadores independientes en busca de una vida más amigable con el mundo infantil y que, además, permita seguir pagando las facturas que, por añadidura y ante una nueva vida en el seno familiar, se verán multiplicadas por infinito.
No sé si se nota que en los tres párrafos anteriores he tenido que hacer un verdadero ejercicio literario para evitar poner la palabra «conciliación». Es un vocablo que no me gusta nada en su utilización más extendida de este momento. No porque sea incorrecto emplearla para definir el intento de aunar el trabajo y la vida personal, pero a mi no me gusta, es más, algo se me remueve interiormente cada vez que oigo o leo esa expresión. ¿Por qué? Voy a tratar de explicarme, aunque no sé si lo conseguiré. Para mi conciliar es mediar para lograr poner de acuerdo a personas cuando tienen puntos de vista diferentes y su postura es muy firme. Se supone que otra de las acepciones es hacer compatibles dos o más cosas, y que precisamente es ahí donde entra la idoneidad de utilizarla para reunir la vida laboral y familiar. Pero es que a mi produce cierta incómoda sensación de que esa unión es forzada, excesiva, imperativa, anti-natura y, realmente, hueca de significado y efectividad. Algo así como que de forma sibilina nos están intentando dar gato por libre, una especie de un dos por uno. Ahora se trabaja fuera del hogar y dentro casi a la vez y sin mucha posibilidad de réplica o queja, y a eso se le llama conciliar, cuando más bien debía llamarse «resignar». Vamos a probar a hacer una sustitución de términos en la expresión original y vemos que pasa: «la resignación de la vida familiar y laboral». Se ajusta más a la realidad de lo que esta ocurriendo ¿no? Por eso odio la palabra conciliar en este contexto, porque me parece un eufemismo.
A día de hoy sigo teniendo como base profesional mi experiencia como periodista, pero he evolucionado mucho y el mundo de la escritura es ahora mi campo profesional. Pasé al estatus de freelance hace más de diez años con la intención de poder compaginar vida laboral y familiar de la mejor forma posible, cuidado de los hijos y desarrollo profesional. Estoy convencida que en mi caso fue la mejor decisión que tomé, aunque eso no quiere decir que no haya tenido contras, pero los pros han ganado. No es la situación perfecta, pero ninguna lo es. A mi me ha funcionado por varios motivos, entre otros porque mi pareja dispone de un empleo estable y considerablemente mejor pagado que el de un redactor. En la familia él aporta el sueldo fuerte y estable, y yo el tiempo en la crianza de nuestras hijas. Y la fórmula nos va bien. Nos gustaría modificarla y aportar los dos igual tiempo y dinero a nuestro hogar, pero por el perfil de nuestros trabajos sabemos que no es posible.
Trabajar y vivir en Suecia
Ahora vivimos en Suecia, y nos sabemos envidiados por casi todos los sureuropeos. Cuando dices que tu ciudad actual es Estocolmo notas una mirada de admiración y un pequeño destello de envidia. «¡Qué suerte!, allí sí que se vive bien, ¿eh? Y más con niños, ¿no? Los suecos sí que concilian, ¿a qué sí? Los padres están mucho más involucrados en el cuidado de los hijos.» Pues no es por ser aguafiestas, y sé que muchos de los que me lean no me creerán, pero no, esto no es exactamente así. Llevo más de cuatro años viviendo en una de las sociedades nórdicas más ejemplarizadas del mundo, y sí, me atrevo a afirmar, que aunque están más avanzados que los países del sur de Europa, la realidad no es exactamente como se visualiza fuera de sus fronteras.
Es cierto que pasan más tiempo con sus hijos. Es cierto que a las cuatro muchos de ellos, no todos, salen de trabajar. Es cierto que los hombres se cogen la baja de paternidad. Es cierto que si el niño se pone malo uno de los progenitores se queda con él en casa y nadie le mira mal por eso. Pero, ¡oh!, sorpresa, los suecos no concilian la vida laboral y familiar, los suecos «integran» la vida laboral en la familiar y, a veces, la vida familiar en la laboral. Parece lo mismo, pero no lo es. Cuando el trabajador sueco sale de la oficina para ir a casa, aún no ha terminado su jornada profesional. La mayoría de ellos al llegar a la vivienda desarrollan las tareas del hogar y cuando han logrado meter a los niños en la cama, se conectan a ordenadores y teléfonos para completar su día de trabajo. Al igual que cuando el niño está enfermo ellos trabajan desde casa. Y los padres se toman la baja paternal, pero en la mayor parte de los casos son las madres suecas las que siguen llevando el peso de la organización de la casa pese a estar ya incorporadas a su trabajo. La verdadera diferencia con las sociedades del sur, o al menos con la española que es la que conozco, es que la sociedad sueca lo vive de forma positiva. Para ellos es normal conectarse por la noche al ordenador para cerrar asuntos de trabajo. No les supone ningún estrés o malhumor estar en la sala de espera de la consulta del pediatra contestando mails de trabajo o leyendo informes. Abren el ordenador en cualquier parte con la misma naturalidad con la que se ponen la bufanda. Los cafés son los centros de trabajo por excelencia para los numerosos profesionales independientes que existen. Compatibilizan las relaciones sociales y sus obligaciones laborales sin ningún problema. Ellos lo entienden como algo natural y provechoso para su vida.
¿Cómo es la vida en Suecia?
El éxito que parece tener la fórmula sueca no es sólo una cuestión de reducción de trabajo, que es mucho menor de lo que se piensa fuera, o de salarios más altos, que en la mayoría de los casos no se alejan tanto de los españoles ya que el líquido percibido es poco más elevado porque los impuestos son altísimos aunque no reportan tantos beneficios como se supone. Un punto muy importante y difícilmente exportable es el carácter sueco, mucho más tranquilo y menos explosivo que la personalidad latina.
He tardado años en llegar a esta conclusión. Siempre me chirriaba algo en la frasecita «conciliar la vida laboral y familiar». Y, por fin, este año lo vi con claridad al amor de un café primorosamente decorado con un corazón hecho con la leche. Era en un cafetito cualquiera de Estocolmo en el que estaba trabajando y donde un niño rubio escalaba por un sofá sin que nadie le prestara la más mínima atención aún a riesgo de caída inminente, mientras su padre estaba absorto en estudiar varias imágenes cerebrales que supuse que pertenecerían a alguno de sus pacientes. Ahí estaba yo, integrada a la perfección en la vida laboral y familiar sueca. Me resultaba imposible imaginar una estampa similar en España. El equivalente habría sido un ruidoso café, un padre hablando por el móvil y diciendo algo así como «aquí estoy, que he tenido que llevar al niño a la revisión del pediatra y estoy intentando contestar unos mails del curro por el móvil, pero con Mario dando por saco toda la tarde pues es imposible…. ¡Mario! Bájate de la silla ahora mismo, ¡vaya tardecita que llevas!… sí, lo que te decía, ésto es un infierno. Estoy harto, y pa’ la mierda sueldo que me pagan. Bueno, te dejo, que voy a llevar un rato al niño con los abuelos y me voy a jugar al pádel para desestresarme, que falta me hace.» En mi humilde opinión de socióloga aficionada yo diría que el papá sueco integraba su vida familiar y laboral, y el papá español trataba de conciliar su vida familiar y laboral. Me gustaría pensar que este post sirva de germen para abrir una nueva vía de debate social sobre estos dos términos y reflexionar seriamente sobre la responsabilidad individual y comunal como vehículo para conseguir logros sociales.
Y tú, ¿cómo concilias la vida laboral y familiar?
En portada: imagen de la película Erin Brockovich
Nuria Calle
Periodista freelance y escritora. Tras vivir los últimos años en Suecia, ha decidido lanzarse a la aventura de ser escritora y contar sus vivencias en tierra escandinava. También escribe el blog Escenas cotidianas.