17 May Querido cliente, ¡está usted despedido!
Mi querido cliente, tenemos que hablar. No eres tú, soy yo. Me he cansado de tener que regatear el presupuesto, de recibir tus llamadas a deshoras, de creer que por cuatro duros estoy disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
Créeme cuando te digo que con 200 euros al mes de verdad no vivo, pero ni yo ni nadie. No aguanto más. He conocido a otro que me cuida, me mima y respeta mi trabajo.
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Sé que nuestra relación empezó como se inician casi siempre las grandes historias de colaboración. Tú me cuentas lo que estás buscando en tu vida laboral y yo te propongo un periodo para conocernos, donde pones a prueba mi profesionalidad y confianza. Siempre es lo mismo, tanto si nuestras miradas y destinos se cruzaron en un networking, o si me conociste gracias a la intermediación de un amigo o un cliente satisfecho, o bien me localizaste en las redes sociales gracias a nuestras compatibilidades, con aquellas maravillosas palabras clave: al final llegamos al mismo punto, él de la consolidación de nuestra colaboración y puesta en marcha en común.
Salta la chispa, nos comprometemos y a veces hasta firmamos nuestro compromiso por escrito. Al principio todo es muy bonito. Tú me cuentas lo que necesitas de nuestra relación, yo te propongo la solución, tú me preguntas si facturo o “sobrevivo”, yo te revelo el secreto en cifras de la inversión que deberás hacer por todo mi trabajo y dedicación contigo, tu marca y tu negocio.
En ese momento todos son palabras bonitas, si hay un gesto raro se deja pasar por “el tiempo dirá” o “habré observado mal”. Nos dejamos llevar, nuestras mentes conectan, sonreímos, nos miramos a los ojos y nos memorizamos y reconocemos para iniciar una relación estrictamente laboral.
La cosa cambia cuando no te respondo enseguida a los whatsapp, cuando no te cojo el teléfono los domingos por la mañana, cuando no puedo hacerte un trabajo durante la noche, porque también duermo. De repente pones en duda mi profesionalidad, me reprochas que tú sabes hacer mi trabajo mejor que yo (y que nadie). Sin justificación alguna dejo de cobrar de repente y me obligas a malvivir, es decir, en definitiva me traicionas. Y empiezan los reproches: “Qué si ya sabías que soy freelance y necesito cobrar al mes”, “Que si el trabajo que me has entregado no es lo que yo quería”, “Que si el regateo no es lo que acordamos”, “Que si nuestro compromiso lo tenemos por escrito”, “Que si no puedo pagarte más porque la empresa me va mal”, “Que si…”.
Al final, mi querido cliente, no queda más remedio que romper. Probablemente creerás que como freelance no puedo permitirme perder un miembro de mi cartera de clientes, pero a veces, y cada vez más frecuentemente, tenemos que tomar la grave decisión de despedir algunos. Esto es el siglo XXI, somos muchos los autónomos y freelance que tenemos que pagar nuestros recibos al mes y comer como mínimo 7 veces a la semana.
Eso sí, a pesar de finiquitar nuestra relación, el trabajo está ejecutado, por tanto, querido Sr. Cliente, la deuda todavía existe. Así que pague por favor lo que debe. O me veo que en 30 días mi casero me deja de patitas en la calle. Y entonces tendré que pasar a mayores y presentarme en su casa a vivir con USTED.
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En portada: imagen de la película V de Vendetta