04 Mar Coworking, un lugar donde nacen vínculos únicos
Las razones principales por las que decidí empezar a trabajar en un coworking, hace ya más de año y medio, fueron bastante sencillas: mejorar mi productividad y ampliar mi red de contactos. Pero lo que encontré fue mucho más que esto.
En casa no tenía a nadie con quien relacionarme y sin embargo miles de distracciones con las que me entretenía: continuaba alternando trabajo con tareas domésticas y repetidos descansos entre cama, sofá y cocina, rigurosamente con moño despeinado y pijama. Parecía que de repente hubiese vuelto a los tiempos de exámenes universitarios, capaz de quedarme sin salir por más de dos días seguidos, con la nevera vacía y un escritorio donde reinaba el caos absoluto.
Así que, en un soleado día de mayo, decidí que ya era hora de salir a la calle y buscar un puesto de trabajo que me permitiera volver a una vida que se pudiera definir humana. Y fue cuando encontré The Shed Co, el coworking en el que, a día de hoy, sigo trabajando. El dato curioso es que fui prácticamente la primera coworker… lo vi crecer. Y crecí yo también con él.
Cuando me decanté por este espacio mis motivaciones principales fueron la cercanía a mi casa y la decoración, que me pareció preciosa. Pero ahora lo que más me gusta es la gente y el ambiente que se respira. No solamente he conseguido ampliar mi red de contactos, uno de mis objetivos iniciales, sino que también he encontrado a gente que me está aportando mucho a todos los niveles.
Es extraño (y sorprendente a la vez) ver cómo en un coworking las relaciones que se crean se entremezclan continuamente: coworkers que se transforman en amigos, otros que llegan a ser clientes, otros que son ambas cosas, y también al revés, clientes que empiezan a ser colaboradores y consejeros. Nunca las relaciones de trabajo habían sido tan variadas y enriquecedoras. Me siento afortunada por poder vivir esto, y por haber vuelto a encontrar algo que había ido perdiendo en los últimos años de mi carrera profesional: los proyectos no son solo trabajos para monetizar, sino que muchos de ellos los vivo como si fueran un poco míos también.
Por eso, ya que tengo la oportunidad, he decidido compartir en este blog los proyectos y las relaciones que más me han apasionado y aportado hasta el momento, tanto profesional como personalmente. Como por ejemplo el proyecto que desarrollé para Eva Gascón.
Conocí a Eva en un concurso que organizó The Shed Co: el sorteo de un pack de servicios para emprender. Ella era una de las aspirantes emprendedoras, yo una de las profesionales del coworking en poner mi know-how al servicio del futuro ganador. Os imaginaréis que Eva tuvo la suerte de ser la elegida y así fue como empezamos a trabajar juntas. Pues no, no tuvo esa suerte, pero después del sorteo Carlos y Gonzalo organizaron una cata de vinos a la que estaban invitados tanto los participantes como los coworkers. Fue allí cuando Eva y yo empezamos a hablar, en una de las muchas posibilidades de networking que The Shed Co continúa ofreciendo a sus coworkers.
Desde el principio me llamó la atención la energía y determinación que Eva emanaba. Aún antes de saber a que se dedicaba, se veía que su trabajo la apasionaba y que tenía intención de hacer algo diferente. No sabría muy bien explicar por qué tuve esta sensación, pero sí recuerdo el momento en el que ella confirmó mi intuición. Era fotógrafa de niños y hasta aquí todo normal. Y quería dedicarse a la fotografía de parto.
Podéis imaginaros la cara que se me quedó al principio, justo la que probablemente tenéis ahora mismo vosotros: cejas levantadas y ojos que seguían parpadeando, mientras de la boca me salía una interjección “oh, ah… qué interesante…”, pero en realidad estaba un poco, o más bien un tanto, perpleja.
Sin embargo, mi reticencia duró muy poco. En cuanto me explicó más en detalle su proyecto, me sentí fascinada. Su objetivo era captar las emociones que se generan en el primer momento de vida de un ser humano: la complicidad de la pareja, la fuerza de la madre, la primera respiración del niño, su primer llanto, las lágrimas, las primeras miradas… todos estos instantes mágicos que la mayoría de la veces se pierden entre la confusión y el impacto del momento. Y cuando vi algunas de sus imágenes, que os voy a contar, se me quitaron todas las dudas.
Eva me dio la oportunidad de sumarme al proyecto aportando mis conocimientos en materia de creación de identidad e imagen de marca personal. Quería hacer algo diferente, que destacara, y necesitaba la ayuda de un profesional que la guiara un poco en este proceso de poner las palabras e imágenes justas a lo que ella sentía y tenía en la cabeza.
La verdad es que desde el principio tuvimos una buena conexión y juntas encontramos su camino: una fotografía que se aleja de las típicas fotos de pose y de estudio y que se centra en los momentos más íntimos y auténticos que se crean entre los niños y su entorno. No solo durante el parto, sino también en el dar el pecho, el ritual del bañito, la siesta juntos, el contacto piel a piel… Es una fotografía íntima, de emociones y conexiones. En definitiva, una fotografía de vínculos.
Toda la web gira alrededor de este concepto. Las sesiones no son las típicas sesiones de “embarazo”, “post parto”, “recién nacido”, etc. sino que están enfocadas en las conexiones únicas que se establecen entre los peques y sus seres queridos. Os animo a dar un paseo por ella y, si queréis, a comentar aquí que os parece este proyecto.
Martina D’Ercoli